viernes, 5 de agosto de 2011

Diario de una casa: Casa Vacía.



Yo dejo casa vacía, para alejarme de el dolor, dejando atras todos los secretos, esta vez me alejo yo...
Eh prometido no volver, y llevarme hasta la ultima semilla, las flores muertas, ya caídas y desaparecer...

- Casa Vacía, Hello Seahorse!


Llegué a esta casa huyendo de un matrimonio lleno de abusos y de unos hijos que se desperdigaron por el mundo sin siquiera voltear a verme.  Caminé por las montañas, atravesé ríos, bajé a las cañadas mas abruptas desolada y con los ojos cubiertos de llanto.  Luego de muchos días caminando a la deriva me encontré rodeada de neblina.
Era un valle rodeado de montañas y pinos, con neblina cubriéndolo todo. Había una casa y en la casa una anciana que me alimentó y me dejó dormir. Cuando desperté la mañana siguiente parecía que el día era el mismo, la misma neblina, la misma humedad y aquella casa cubierta de polvo y soledad.  En la mesa de la cocina encontré una nota con una letra temblorosa: "Cuida de ella, es un buen hogar".  
Me encontré sola en una casa encargada.  Aún abatida lo único que se me ocurrió hacer fue limpiarla, sacudir todo ese polvo y llevar un poco de luz a cada una de las habitaciones.  Siendo una casa pequeña pensé acabar en un solo día, pero el día parecía ser eterno al igual que la casa.  En cada habitación una sorpresa. 
Podía entrar con la escoba y de pronto sentir la fría transparencia del agua de mar con su espuma en mis pies, asombrada primero y luego terminando por acostumbrarme vi volar por los pasillos aves multicolores, escuché ecos desconocidos, voces, vi brotar manantiales por las escaleras y también me acostumbré al vaivén diario de la marea.  Con el agua de mar llegaron los moluscos y animales de la costa.  Traté de sacarlos de la casa, correrlos, pero solo pude confinarlos a su respectiva habitación.
Luego de terminar mis tareas descubrí que el polvo estaba ahí de nuevo y era un polvo que visto en la quietud de la tarde era color de plata y como estrellas, y como hadas, y como luciérnagas... dejé que se quedara.
Salí al patio donde gracias al movimiento de mi intención de orden ahora correteaban toda clase de besstezuelas catalogadas y aún por catalogar. Incluso un exuberante jardín comenzó a extenderse en lo que antes eran solo pastos. Pensé en cortarlo pero me aburría tanta neblina alrededor, así que me encante al mirarlo.
Como era mucha casa y muchas habitaciones y mucho todo decidí que quería compartir la tranquilidad de ese lugar, así que puse un anuncio de habitaciones disponibles. 
A los tres días apareció un hombre, silencioso y de aspecto musgoso que ofreció sus servicios como jardinero, mozo y cualquier otro trabajo que yo le quisiera dar.  Le dije que no tenía como pagarle en ese momento pero cuando llegaran los huéspedes se lo recompensaría. Aceptó y se alejó a trabajar. Llevo dos meses sin verlo aunque sé que esta trabajando porque a veces el viento me trae sonidos de leña que es cortada, de leña que es juntada, sonido de cabras corriendo siendo pastoreadas... tal vez aparezca algún día. 
Es un lugar tranquilo, a pesar de haber un grupo de borregos explosivos que les ha dado por romper los cercos de piedra e incendiando los lugares de pastoreo.  De hecho ya secaron un arroyo de tanta agua que beben. Son seres destructores y detestables. Estoy por organizar una cacería con puercos salvajes para al menos alejarlos de estos lugares. 
En estas planeaciones he estado y he descubierto que este lugar es más grande de lo que suponía y que aún guarda muchos secretos, tal vez emprenda un viaje para conocer hasta donde llegan sus terrenos pero se que hay montañas y cavernas por un antiguo mapa que he encontrado con grandes áreas aún por registrar. 
Estos son los trabajos de esta casa, esta casa a la que he llegado huyendo de otra casa que se ha quedado vacía y en donde ya el amor no se asomaba. 
Sean bienvenidos, sientanse como en su casa.

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