lunes, 8 de agosto de 2011

Diario de una casa: Las rocas que cantan.



Luego de tener la casa llena de murmullos y sombras que van de un lado a otro me pareció conveniente dar un recorrido por la barda de piedra que rodea la propiedad y que por la neblina no se puede ser su completa extensión.  Para ello me ayudé de una anciana nativa que si bien no conocía la zona al menos parecía no tener miedo en internarse en esa blancura que lo desaparece todo.
Me dijo que mas adelante había unas rocas afiladas como cuchillos que con e viento adecuado silbaban y cortaban el aire produciendo un canto desencarnado.  No le di mucho crédito a sus palabras, al fin y al cabo para mi era una uva pasa andante, pero al ver aquella mole de piedra en la propiedad me convencí de que se había quedado corta en sus descripciones.  
La roca de un color ligeramente naranja aullaba como una manada de lobos hambrientos, pero cuando el viento caracoleaba entre sus cuchillas se escuchaba el débil sonido de flautas, silbatos, aves dentro de bolsas y cierto tamborileo. 
Era aterrador, quise correr, no había visto nada como eso en toda mi vida y me parecía aún más antinatural que estuviera ahí precisamente en la parte más profunda e imperturbable de el terreno donde quería yo establecer la posada. Traté de acercarme a la base aún con la piel chinita de terror pero no pude porque abajo había un grueso bloque de arbustos espinosos que me dejaron la piel surcada de zarpazos.  Le pedí a la anciana que regresaramos, pero entonces en un murmullo me dijo que no podíamos, que teníamos que esperar a que el viento sonara como pequeñas campanitas porque de lo contrario el viento nos haría jirones con increíble facilidad.  Le pregunté que como sabía todo eso, y ella me dijo que en ese lugar había perdido a varios de sus hermanos luego de que anduvieran buscando a los elefantes pigmeos que acostumbraban pastorear tierras arriba, era común que alguno de los paquidermos curiosos se extraviaran en el bosque y dieran con la piedra que cortaba el viento.  Yo le dije que  esas eran puras ideas de viejas a lo que solo guardó silencio disgustada y se sentó a esperar. Estaba por dar un paso para alejarme de esa locura de viento y sonidos cuando algo de sentido común me detuvo y avergonzada me senté junto a ella.
Pasaron tres o cuatro horas hasta que de pronto como si solo fuera un sueño del silencio apareció un débil sonido de campanitas y entonces como si solo tuviera la edad de una chiquilla la anciana se levantó y me tomó del brazo, corrimos ladera arriba hasta quedarnos sin aliento. Cuando nos detuvimos sentimos una cuchillada detrás de nosotros rebanando el viento.
De regreso encontramos varios cercos rotos o quemados por los borregos explosivos, eso no puede seguir así, las liebres ya no vienen a tomar el sol. Se de un cazador de borregos explosivos que utiliza puercos salvajes para acabar con ellos pero la última vez que se le vio andaba en una región remota.
Me gusta de la casa que llegan las golondrinas por montones y parecen no migrar a ninguna parte, se la pasan dando vueltas del techo a las rocas mas cercanas y de regreso, no se si encuentran alimento pero veo pender de sus nidos bastantes objetos que tal vez son echados de menos en algunos hogares. Ladronas. 
La casa estuvo llena de muchas voces en días pasados pero llegaron las lluvias y los cuartos se han ido quedando vacíos.  Tenemos 6 habitaciones ocupadas pero prontas a desocuparse, en una hay una pantera que se pierde durante días por los cerros y regresa hambrienta y con ganas de guerrear.  En otra hay una niña silenciosa y misteriosa que se parece a muchas cosas que he visto en el mundo y a ninguna, me intriga.  Hay un deportista de otro tiempo que parece haber venido a descansar del mundo y se ha sentido muy cómodo entre nosotros, no quiere irse pero tendrá que hacerlo.  Tal vez nuestras dos huéspedes, madre e hija se queden algunos meses con nosotros pero hay un total desanimo ante la poca presencia de aves rosas, dice que el bosque no es lo mismo sin ellas. Y yo, pues aquí estaré cuidando esta casa con sus ruidos y su polvo, quien sabe que otras cosas encontraré.


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